Por Javiera Briones Ortega.
El estudio GPS Ciudadano de Datavoz muestra que, aunque la mayoría de los chilenos evalúa críticamente el estallido de 2019, una parte importante de quienes participaron mantiene su disposición a movilizarse, especialmente mediante acciones no confrontacionales.
A seis años del Estallido Social de octubre de 2019, la movilización ciudadana no ha desaparecido del todo. Según el estudio GPS Ciudadano, elaborado por Datavoz, un 23,7% de los encuestados declara haber participado en las protestas de aquel periodo, y casi siete de cada diez mantienen la misma postura que entonces. Más de la mitad de ellos asegura que volvería a movilizarse, lo que equivale a alrededor del 10% del total de la muestra con disposición activa a participar nuevamente en acciones colectivas.
Pese a que el 71,6% evalúa negativamente las consecuencias del estallido, la experiencia directa de participación sigue siendo un factor clave. Quienes estuvieron en las calles se muestran más proclives a involucrarse otra vez, sobre todo en formas no confrontacionales, como asistir a marchas o difundir causas en redes sociales.
El estudio también revela una comprensión más estructural del fenómeno: el 40,4% considera que el estallido fue un hecho inevitable, percepción que aumenta al 64,5% entre los jóvenes de 18 a 34 años. En cambio, en los grupos de mayor edad y sectores socioeconómicos altos predomina la idea de que el estallido pudo haberse evitado.
“Más allá del juicio positivo o negativo, existe una comprensión transversal de que el estallido respondió a tensiones acumuladas. Eso instala una mirada histórica más que coyuntural sobre ese momento del país”, explica Eduardo de La Fuente, socio director en Consultoría Social y de Mercado de Datavoz.
De La Fuente agrega que considerar el estallido como inevitable no implica justificarlo: “Lo que la gente está diciendo es que lo entiende como síntoma de algo más profundo. Por eso, a pesar del cansancio emocional, persiste una memoria que no se cierra”.
Participación y memoria activa
Los datos confirman que quienes participaron en 2019 siguen siendo los más activos: un 38,3% de ellos estaría dispuesto a asistir a marchas y un 37,9% a difundir demandas en plataformas digitales. En contraste, entre quienes no participaron, más de la mitad asegura no tener intención de movilizarse bajo ninguna modalidad.
“La brecha entre quienes participaron y quienes no lo hicieron también se nota en la disposición a actuar. Los primeros conservan esa pulsión de involucrarse, aunque sea desde lo simbólico o digital. Los segundos tienden a mantenerse al margen, con cierta desconfianza hacia la protesta”, comenta Joao Acharán, director de Unidad de Dirección y Análisis de Datavoz.
Emociones cruzadas y percepciones estables
Las emociones asociadas al estallido continúan siendo mayoritariamente negativas: un 36,7% de los encuestados declara sentir emociones “muy negativas” y un 21,1% “negativas”, lo que suma un 57,8% de balance desfavorable.
No obstante, la experiencia de participación marca diferencias:
- Quienes participaron y mantienen su postura tienden a conservar una visión más positiva y legitimadora.
- Quienes participaron, pero cambiaron de opinión, muestran sentimientos más ambivalentes.
- Quienes no participaron, asocian el proceso principalmente al malestar y la frustración.
“Las emociones siguen siendo el termómetro más sensible de esta historia. Para quienes estuvieron ahí, el estallido todavía representa algo movilizador. Para los demás, se asocia más al cansancio o la decepción que al cambio social”, añade Acharán.
A pesar del desgaste emocional, el 77,2% de los encuestados mantiene la percepción que tenía en 2019, lo que sugiere que los juicios sobre el proceso se han estabilizado más que polarizado. Las variaciones se concentran en el plano político: los partidarios del gobierno (26,1%) y las personas que se identifican con el centro político (27,3%) son los grupos que más declaran haber cambiado de opinión.
“El estallido no se vivió igual para todos. Quienes lo experimentaron en primera persona aún lo sienten como un momento de sentido y transformación; quienes lo observaron desde lejos, como un episodio que prefieren dejar atrás”, concluye Acharán.
En conjunto, los resultados del GPS de Datavoz reflejan un reacomodo social más que una polarización. Aunque la evaluación general es crítica, las diferencias generacionales, sociales e ideológicas siguen organizándose en torno a la experiencia directa de participación: una memoria que, seis años después, aún late bajo la superficie.
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