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URGENCIA en el Biobío: El empleo femenino

Por Luis Felipe Slier Muñoz – Ingeniero Comercial MBA

El Biobío ha mostrado capacidad de crecimiento económico. En el segundo trimestre de 2025, el PIB regional avanzó 3,8%, por encima del 3,1% nacional, gracias al empuje de la manufactura y los servicios. Además, la región tiene en carpeta inversiones proyectadas por más de US$2.600 millones entre 2025 y 2029, principalmente en infraestructura y energía. A primera vista, estas cifras parecen alentadoras. Sin embargo, la verdadera prueba del desarrollo está en el mercado laboral, y ahí la región enfrenta un desafío serio: el desempleo femenino.  El Biobío crece por encima del promedio nacional, pero las mujeres siguen quedándose fuera del mercado laboral formal.

La tasa de desocupación regional alcanzó 9,9% en el trimestre junio-agosto de 2025, con un alza interanual de 1,4 puntos porcentuales. Pero al desagregar por género, se observa un fenómeno más preocupante: el desempleo en las mujeres llegó a 10,6%, frente al 9,4% de los hombres. El desempleo femenino en la región ya supera el 10,6%, una señal de alerta que no podemos normalizar, mientras los hombres avanzan en industria y logística, las mujeres siguen atrapadas en trabajos precarios e informales. La brecha de 1,2 puntos porcentuales no es solo una estadística; refleja un patrón persistente en el mercado laboral de la región que limita la autonomía económica de las mujeres y restringe su potencial.

Las causas son múltiples y estructurales. Primero, la concentración de las mujeres en sectores más frágiles, como servicios administrativos, comercio o agricultura, donde predomina la informalidad. Segundo, las responsabilidades de cuidado no remunerado, que recaen de manera desproporcionada en las mujeres y reducen su disponibilidad para empleos de jornada completa o con mayor formalidad, es decir las mujeres cargan con el doble turno: trabajo no remunerado en casa y menos oportunidades en empleos formales. Tercero, la escasa presencia femenina en la industria, la logística y la construcción, sectores que están creciendo y que ofrecen empleos más estables, pero a los que aún no logran integrarse plenamente, La segregación laboral aún existe: en Biobío, hay sectores que siguen cerrados a la participación femenina. Cuarto, la segregación laboral por género: muchos empleadores siguen asociando ciertos oficios o cargos a perfiles masculinos, dejando a las mujeres fuera de puestos de mejor remuneración y seguridad.

El panorama se agrava cuando se observa que el empleo asalariado formal apenas creció un 0,5% en un año, mientras que el trabajo por cuenta propia —más inestable— aumentó 5,4%. En paralelo, la informalidad regional alcanzó 25,9%. En este contexto, las mujeres quedan más expuestas a la precariedad, con mayores tasas de subutilización laboral: la tasa combinada de desocupación y fuerza de trabajo potencial en mujeres llegó a 24,3%, frente a 18,2% en hombres. La brecha de género supera los seis puntos porcentuales.  La informalidad golpea más a las mujeres, porque se concentran en oficios de baja protección social y alta rotación.

¿Qué hacer entonces? Primero, programas de capacitación y reconversión laboral con enfoque de género, dirigidos a incorporar más mujeres en sectores dinámicos de la región: manufactura avanzada, energía, construcción y logística. Segundo, políticas de conciliación laboral y familiar, como la ampliación de salas cuna, jardines infantiles y servicios de cuidado, que permitan a más mujeres integrarse al empleo asalariado formal. Tercero, incentivos tributarios y subsidios focalizados para empresas que contraten y retengan mujeres en ocupaciones tradicionalmente masculinas. Cuarto, fomentar el emprendimiento femenino con acceso a financiamiento formal, evitando que se concentre solo en autoempleos de baja productividad. Si queremos más empleo formal en el Biobío, debemos abrir las puertas de la industria y la construcción a las mujeres, el crecimiento regional no será desarrollo mientras las mujeres sigan teniendo menos oportunidades para trabajar con contrato y seguridad social.

 

El Biobío puede crecer más, pero ese crecimiento pierde legitimidad si excluye a la mitad de su fuerza laboral. La región no solo necesita más inversión y proyectos de infraestructura; necesita con urgencia cerrar las brechas de género en el trabajo formal. De lo contrario, la recuperación quedará incompleta y el potencial regional seguirá limitado por la falta de inclusión. Invertir en cuidado es invertir en empleo femenino: sin salas cuna ni corresponsabilidad, no habrá verdadera inclusión.

 

El futuro del Biobío depende de que las mujeres tengan las mismas oportunidades para acceder a empleos estables y con seguridad social. Solo así la región podrá decir, con propiedad, que su crecimiento es también desarrollo.

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