Por Javiera Briones Ortega
A principios de 2024, la empresa Curio, con sede en California, lanzó al mercado una línea de peluches que tiene integrado un chatbot con inteligencia artificial, específicamente diseñados para poder interactuar con niños desde los 3 años.
Los juguetes infantiles fueron un éxito. Grem, Grok y Gabbo se volvieron los principales personajes de la marca, quienes cuentan con un bolsillo en la espalda que esconde una caja de voz con conexión wifi. Esta se enlaza con un modelo de lenguaje establecido para mantener conversaciones infantiles. Cada peluche cuesta 99 dólares.
La compañía, fundada por Misha Sallee y Sam Eaton, promociona estos productos como una alternativa al tiempo frente a las pantallas. Según sus creadores, también buscan ofrecer un “compañero” que estimule el juego y reduzca el uso de televisores, tabletas y teléfonos.
El diseño de uno de los muñecos, Grem, incluye la voz de la artista pop Grimes, quien ha apoyado públicamente el proyecto argumentando que es una herramienta para padres ocupados que no desean que sus hijos pasen demasiado tiempo frente a pantallas o dispositivos electrónicos.
No obstante, expertos y usuarios han advertido sobre posibles riesgos. Aunque los chatbots están programados para evitar conversaciones inapropiadas sobre temas como violencia, sexo o política, pruebas independientes han mostrado que en ciertos casos los juguetes pueden salirse de guion y entregar información sensible, como la ubicación de productos peligrosos.
Además, todas las conversaciones de los niños son transcritas y enviadas al teléfono de los padres o tutores, lo que genera cuestionamientos sobre la privacidad y el uso de datos. La política de Curio reconoce que la información puede pasar por servicios externos como OpenAI y Perplexity AI.
Este tipo de juguetes se suma a una creciente oferta de peluches y dispositivos con IA, incluidos osos, robots y dinosaurios interactivos. Incluso, OpenAI y Mattel anunciaron una alianza para desarrollar productos similares basados en marcas como Barbie y Ken.
Mientras algunos padres valoran estas propuestas como apoyo en la crianza, otros plantean dudas sobre sus implicancias psicológicas. Especialistas advierten que los juguetes conectados podrían alterar la función del “objeto transicional”, tradicionalmente un peluche o manta que ayuda a los niños a construir su identidad de manera independiente.
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